La concentración de fuerzas que reunidas desde todos los centros individuales, planetarios y galácticos van a estar presentes durante esta última mitad del año espiritual generando un potente bucle de inspiración y actividad energética, va a suponer una transformación sintética de peculiar experimentación, para los distintos niveles y procesos que estamos reconstruyendo y a cuya verdad nos aproximamos mediante el esforzado trabajo de auto-gestión y auto-conocimiento de la vida que subyace tras todas las formas.
La reorientación que el buscador ha producido en su campo perceptivo y que comienza su andadura por la rueda revertida de Aries a Piscis vía Tauro, nos reúne bajo las reglas de un sendero aún misterioso, donde distintas fuerzas se expresan y manifiestan de forma aún descordinada pero que muestran substancialmente una tendencia cada vez más clara, sobre la actividad creadora hacia la que nos estamos conduciendo.
Virgo y su profundidad es una experiencia energética muy vinculada hacia la propia manifestación, hacia la exteriorización de las desconocidas fuerzas que en el vientre del ser, en su ancestral y oscuro silencio crecen hacia la verdad y la belleza del origen a través de su opuesto y complementario Piscis, el servidor, el amor, la semilla crística que durante una era ha estado preprarándose para la manifestación de su tendencia más elevada.
Durante estos días, la influencia del plenilunio de la llamada “luna azul” nos invita a inspirar, a evocar las fuerzas del servicio, reconociendo la materia, la forma, los vehículos físicos como el lugar sagrado donde la vida se realiza y se expande.
Durante la gran experiencia de los portales 11-11 las puertas de un estado supra-consciente se abrieron permitiéndonos percibir el contacto ilimitado y pleno de la vida solar. Los Ángeles Solares comandantes de la mente abstracta comenzaron su andadura y su servicio enfocado convocados por la tendencia individual del Alma, la vía del Amor y la sensibilidad cuya actividad fusionadora y sintética reorganiza el sendero y la propia conciencia hacia una tendencia superior.
A medida que dirigimos nuestra búsqueda y nuestra atención hacia la profundidad de las fuerzas que custodiamos, realizamos la primera fase de actividad en el mundo de la unidad, en la realidad energética en la que comenzamos a movernos mientras abandonamos los patrones y la vieja idea del mundo fenoménico, despojándonos de todo aquello que creemos conocer, para entregarnos a una nueva actividad, a una nueva corriente donde el cuerpo físico, el campo emocional y el campo mental se reajustan para llevar a cabo la gran fusión, el sagrado encuentro, el principio universal y las ancestrales nupcias del cielo y de la tierra.
Durante el plenilunio las fuerzas universales se reúnen propiciando un aliento espiritual a cuya sabiduría el buscador se entrega sabiéndola convocada por si mismo. La capacidad de experimentarse en términos unificados neutralizando toda actividad inteligente y emocional nos permite modelar y reorientar la percepción, sumergirnos en la creativa vacuidad sin limitaciones ni juicios, donde podemos inhalar la totalidad y exhalar después la visión verdadera sobre esas “voces” que sumergidas en nuestro reino interno demandan la verdad y la libertad de ser.
Este periodo energético es un vital impulso de crecimiento consciente. Las puertas que abrimos gracias al despertar sensible y magnético de la realidad eterica, astral y mental nos posicionan frente a distintas tendencias y sendas sobre cuya experiencia vamos a ir descubriendo y creando la tendencia, el ritmo y el movimiento de un ser que comienza su manifestación multidimensional.
La profundidad de este periodo pone a prueba los reajustes llevados a cabo hasta ahora. Todos los reinos dévicos en creciente actividad se expresan y demandan el amor, la expresión de la semilla crística, el “niño”, que les permite reconocerse también como agentes creadores, como indivisibles unidades de vida, consiguiendo así reconocer su origen divino, trabajando así en un concentrado ritmo de unidad y complementariedad que ha de permitirnos desarrollar la primera fase de la iniciación cósmica donde el buscador debe entrenarse con los pares de opuestos para generar la fuerza motriz, el punto original y divino, desde donde la conciencia renace y se amplía siendo capaz de “saber y sentir” “Yo soy Dios, yo soy Materia”.
Este plenilunio rodeado e inspirado por los grandes agentes de este tiempo Mercurio y Venus, supone un periodo extraordinario para atesorar “visión” y experimentar la forma en que vamos a ir tejiendo nuestro camino hacia la verdad de la vida. Moviéndonos ya en un estado continuo de energía la conciencia debe reconocer cada tendencia y pulsión de las puertas que abrimos y a las que debemos entregarnos, para conocerlas, para experimentarlas y liberarlas así de la separación y la inercia que han manifestado durante su estado latente.
La madre, la profunda energía de una infinidad de vidas creadoras nos cobija bajo su oscuro manto revelándonos la polaridad primigenia, la divina Unidad de la fuerza masculina y femenina que ascienden hacia su reencuentro celestial.
Como seres semiconscientes que comienzan a operar en los ámbitos energéticos de la vida, los meses venideros supondrán grandes y profundas experiencias que nos enfrentarán una y otra vez a la gestión de los opuestos.
Luces y sombras, invocaciones y evocaciones, recepción y acción del conocimiento intrínseco, fórmulas y despertares de la simbologia ancestral donde seguir caminando, donde seguir experimentando la creciente sabiduría de la vida, que se reconstruye, y se reorienta una y otra vez con cada paso sincero que la humanidad da sobre la senda de la iniciación cósmica.
Namasté
“Lo que yo te digo en la oscuridad, háblalo tú en la luz”
Anabel.C.Huertas
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